Itziar Etxebarria, una vida entre frutales

David Torre e Itziar Etxebarria examinan sus manzanos. /  Foto: Maite Bartolomé

LA GATIKARRA HA SIDO RECONOCIDA RECIENTEMENTE POR SU AMPLIA TRAYECTORIA EN EL MUNDO AGRÍCOLA

EN SU EXPLOTACIÓN FAMILIAR TIENE 13 HECTÁREAS DE FRUTALES, UN VIVERO Y UNA BODEGA

13.01.2020 | 





Itziar Etxebarria en su plantación de Gatika. 
GATIKA - Cuando era pequeña acostumbraba a llevarle el bocadillo a su aita al monte. Aquellas ocasiones hicieron mella en ella puesto que supusieron su primera toma de contacto con la naturaleza. Un estilo de vida al aire libre que ha labrado su porvenir durante los últimos 35 años, a raíz de hacerse cargo de la explotación familiar en Gatika. Itziar Etxebarria cogió el testigo de sus padres y heredó su pasión por la fruticultura.
"Siempre me había gustado la agricultura, pero estudié otra cosa. Con 19 años, viendo los frutales que había plantado mi aita, me lo empecé a plantear, no podía dejar que todas esas frutas se estropeasen", relata. Quería darles salida y que la gente disfrutara con su dulzor.
De este modo, con el esfuerzo y la dedicación que supone atender el campo, superando los reveses de la vida, ha logrado convertir sus cultivos de fruta en un auténtico reclamo en todas las ferias a las que acude con sus cestos de manzanas, sidra y txakoli. Junto con su marido David Torre, gestiona trece hectáreas de terreno con perales, manzanos, pero también cítricos, kiwi, caquis y nogales, entre otros.
Cuenta también con un vivero y una bodega de sidra. Elabora cerca de 25.000 litros de sidra con Eusko Label. Además, en 2013, junto otros tres productores, fundó la bodega Butroi, con la que elaboran cerca de 100.000 botellas al año. En este sentido, recientemente fue reconocida en los premios Laboral Kutxa-Lorra que premian la excelencia entre las explotaciones agrarias de Bizkaia.
En concreto, Itziar fue galardonada con el premio Ekinaren Ekinez a la trayectoria profesional de una mujer. El jurado valoró el crecimiento del negocio familiar hasta llegar hoy en día a gestionar más de seis hectáreas de frutales de manzano de sidra, manzana de mesa, entre otros, así como cuatro hectáreas de viñedos que transforma a través de la bodega Butroi. "Recibir este premio es una gran alegría. Es un reconocimiento a la labor de toda la familia. La ceremonia fue muy emotiva", señala.
Un trabajo en equipo como el que realizan todos los integrantes de la familia. Cada uno arrima el hombro y entre todos y todas contribuyen al enriquecimiento agrícola de la explotación.
"Tenemos la suerte de que a todos nos gustan las frutas. Disfrutamos de lo que producimos y somos los primeros consumidores de los productos de casa, lo autóctono. Nos hace ilusión. Para nosotros unas manzanas tienen más valor que unos plátanos", explica.
"Es un valor añadido al producto, el valor sentimental de haber creado algo uno mismo", sostiene. Asimismo, incluso la llegada de un nuevo integrante a la familia les ha motivado a incrementar su cartera de frutales. "Hemos plantado una pequeña plantación de fresas porque a la nieta le encantan", afirma.
Evolución 

Sobre esta línea, Itziar valora la evolución en los cultivos desde sus inicios. "Hace 30 años tener un cítrico requería grandes cuidados, taparlo, estar muy pendiente, etc. Hoy en día no, siempre y cuando lo orientes al sur te puede funcionar de maravilla", detalla. No obstante, -advierte- ahora también sufren "más plagas y enfermedades que antes". "Tenemos el lado bueno y el malo", agrega.
Respecto a la explotación familiar, Itziar destaca que siempre han apostado por reinvertir los beneficios. "Siempre hemos apostado por invertir lo poco que se gana en el agro en adquirir maquinaria para facilitar" el nada fácil trabajo diario, tal y como indica.
Por último, si hay una cosa que ha aprendido con los años es a relativizarlo todo un poco más. "Antes veía unas manzanas en el suelo y me agobiaba, era un problema, ahora ya no me disgusto tanto por esas cosas", concluye.


Itziar Etxebarria, en el nombre del padre



David Torre e Itziar Etxebarria examinan sus manzanos./Maite Bartolomé
David Torre e Itziar Etxebarria examinan sus manzanos. /MAITE BARTOLOMÉ

Manzanas, sidra y txakoli de calidad y premios en el valle del río Butrón

GAIZKA OLEA

Pasado el tiempo, Itziar Etxebarria recuerda con una sonrisa los trabajos añadidos que les reportaba la afición de su padre, José, por los frutales. El padre, ATS, sentía auténtica pasión por los manzanos, principalmente, y no paraba de buscar variedades autóctonas. «Cada dinerito que ahorraba se le iba en comprar terrenos y plantar árboles», explica Itziar. Pero como no hay huerta sin cuidado, parte de las vacaciones se les iba a los hijos en «quitar piedras para preparar el terreno. Mi padre no quería cultivas las variedades estándar, como la golden, sino las que aquí, que son más resistentes y se adaptan mejor al clima». Pero ese mismo tiempo que ahora recuerda con nostalgia consiguió que ella y su marido, David Torre, ambos de caserío, se encariñaran con el trabajo del campo hasta asentar la marca Etxebarria, ese pequeño emporio que arrasa en los concursos de las ferias con sus manzanas, la sidra y el txakoli.

Etxebarria

Webs
www.bbkazoka.eus y butroi.com.

Esto sucede en Gatika, entre Mungia y el castillo de Butrón, en una ladera en pendiente con cuatro hectáreas de frutales, el 85% manzanos, aunque también cuidan cítricos, kiwis, perales o nogales. Suyo es también el vivero en el que crían las plantas, tal y como hizo José, pero ahora con una intención comercial «porque la gente nos pedía plantas. Por suerte para nosotros, mi padre es como un libro abierto y nos enseñó las técnicas de injerto y de cuidado». Cuando se casaron se preguntaron si la pasión de José podría ser la actividad que les mantuviera pegados a la tierra y les ofreciera una vida digna, y la respuesta fue que sí. De modo que en 1984 empezaron a peregrinar por las ferias, «porque teníamos fruta de muchas variedades y no podíamos llamar a un mayorista».
La tierra, el cielo, el clima... Esta gente que trabaja con las manos sabe como nadie cómo está variando el tiempo, eso que vendría a llamarse cambio climático, pero a ras de suelo. «Ya lo creo que está cambiando –explica Itziar– y complica el cuidado fitosanitario de los frutales. El invierno es menos frío y la primavera casi no se aprecia, se pasa casi del invierno al verano. Los otoños son más cálidos y mira, eso nos viene bien, porque si no llueve es mejor a la hora de la cosecha».

A la caza del carpo


La pareja se encarga de los cuidados de los frutales junto a una persona en plantilla, por medio de podas anuales y el uso de una sustancia con cobre para eliminar los hongos. El enemigo de los manzanos es, sin embargo, un gusano llamado carpo, que horada una galería a través de la fruta para alimentarse de la pulpa. Para combatir a este bicho que se oculta bajo el dulce nombre científico de cydia pomonella cuentan con la colaboración de la Diputación, que instala trampas en las zonas de frutales e informa de si el invitado ha llegado o no. Si está, se fumigan los árboles, pero sólo hasta finales de junio, cuando empiezan a brotar las frutas.
La manzana de mesa se cosecha desde finales de agosto, mientras que la de sidra se recoge a últimos de noviembre para producir entre 12.000 y 18.000 litros. La riqueza y variedad derivadas de la afición de José Etxebarria les ha permitido sumarse a la denominación de origen Euskal Sagardoa, que detalla que sus prensas sólo han triturado manzana autóctona. «En todo el tiempo que llevamos en esto sólo hemos comprado género un año», informa David Torre. «Mi suegro –añade– caminó mucho para conseguir variedades y si localizaba una que le gustaba, la injertaba».

Antes que las tendencias


Etxebarria produce también txakoli desde hace más de 30 años, anticipándose a lo que ahora es casi una tendencia que cabalga sobre la ola buena de la fama y el negocio. Desde hace años se han aliado con tres productores de la comarca en torno a la bodega Butroi, que gestiona 13 hectáreas de viñedos, aunque el vino sale embotellado bajo las cuatro marcas anteriores (Etxebarria, Butroi, Sasine y Oletxe) con uvas de las dos variedades de Hondarribi Zuri, a la que se une la Beltza, más otras menos conocidas como la Mune Mahatsa, la Izkiriot y la Riesling. La alianza les permite contratar a una empresa para la complicada tarea de cuidado de la viña y la recolección. Eso sí, el proceso de embotellado reúne a las cuatro familias. «Luego, para celebrarlo, hacemos una meriendilla», bromea Itziar Etxebarria.
–Y la familia... ¿seguirá en el negocio?
Esta es la pregunta del millón para los integrantes de un mundo lleno de desertores.
–Espero que sí –responde Itziar.


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